Trabajando con las flores ... MIMULUS

Cuando un ser, humano se siente amenazado, su organismo moviliza energía y se pone en un estado de tensión que le permite defenderse o huir. Uña vez conseguido esto, aparece la relajación. En caso contrario se produce un exceso de presión que será tanto más intensa cuanto más dure, y que conduce a una opresión, es decir, que genera miedo.

Según la naturaleza de la amenaza cabe distinguir dos formas del miedo:

— el miedo (mortal) inmediato e insuperable que todo ser vivo percibe en caso de un grave peligro de su vida y que procede del conocimiento fundamental e innato que toda materia animada tiene de la muerte,

— el miedo «teórico» ante unas expectativas, que surge cuando se espera un mal o se imagina una situación dolorosa. Este miedo carece de fundamentos reales ya que lo que uno espera o se imagina es sólo teoría y siempre es incierto. Es una reacción de defensa contra recuerdos de males anteriores que reaparecen y generan igualmente dolor.

Bajo él padecen a menudo las personas sensibles de tipo «mímulo», a los que cualquier experiencia dolorosa causa un impacto tan profundo que repercute en toda su capacidad de sentimiento y, lo mismo que sucede con una alergia, ante el más mínimo motivo reaccionan con un temor exagerado y sin motivo. Por lo general es suficiente con que se imaginen peligros o males.

Esta forma de miedo resulta, pues, problemática ya que, a diferencia del miedo real, no puede combatirse con contramedidas prácticas. Es como un fantasma al que se puede golpear sin alcanzarle en realidad. Ata y paraliza porque es irracional y sólo puede superarse (o al menos reducirse) por medio de la concienciación y de la claridad de espíritu.

Existen para ello en esencia las siguientes posibilidades:
• Se neutraliza la expectativa negativa y generadora de miedo transformándola en una positiva. Son adecuadas las esperanzas de salvación, por ejemplo la fe en una fuerza salvadora o una liberación en el más allá. La poderosa influencia de la mayoría de las religiones se basa en esta táctica: después de haberles enraizado en el alma a los seres humanos el temor, les ofrecen la salvación si confían en ellas. Muchas personas temerosas se aferran a este salvavidas sin que después puedan vivir sin él. Sin embargo, al miedo sólo se le entierra y vuelve a surgir en cuanto que flaquea la «fuerza de la fe».

• Se acostumbra uno a analizar con serenidad y realismo las ideas o situaciones generadoras de miedo y someterlas expectativas negativas a una verificación precisa, aceptándolas como fantasmas de la mente. Con ello se expulsa o sustituye lo irracional por racionalidad, algo que sin embargo requiere una fuerte disciplina psíquica.

• No se huye ante las situaciones temidas sino que se las vive de manera consciente, estableciéndose que no son tan malas y que el mal previsto era sólo una imagen de la fantasía. Pero esto sólo se consigue si ya se tiene un cierto ánimo y los temores no están muy profundos.

• Se intenta ver bajo otra luz aquello de lo que se siente miedo, adoptar una postura menos defensiva y afrontar la vida con confianza. Esta «confianza primigenia» es el antídoto más eficaz y sólido contra todo tipo de miedos.
Si se tiene la certeza de que todo en nuestro mundo está bien provisto y que cualquier mal resulta por último beneficioso, puede desarrollarse una postura básicamente positiva a partir de la cual, lo mismo que con una operación quirúrgica, es posible librarse de los dolores sin realmente sufrir.
Es importante también una relación de confianza con la muerte, pues ésta desempeña en el fondo un cierto papel con cualquier tipo de miedo. El ser humano la teme por considerarla una pérdida grande y definitiva y teme la pérdida porque está acostumbrado a relacionarla con el dolor: la pérdida de la salud significa enfermedad, de la propiedad pobreza, del compañero soledad, de la vida el final. Pero hay que darse cuenta de que la pérdida y la muerte, lo mismo que el ave fénix que renace de sus cenizas, significan también ganancia y nuevo comienzo, si bien en un plano distinto del ser.

El valor no consiste en lanzarse sin pensar y a lo loco a la aventura, sino en la disposición a luchar contra el propio miedo. Las personas valerosas viven sus temores de manera consciente y se atreven con aquello que temen. La fuerza necesaria, a menudo sobrehumana, les viene de la confianza en un valor propio y suprapersonal, por ejemplo una gran idea humanitaria, una vocación, el saber de un destino que acabará siendo salvador o un dios todopoderoso y benefactor.
La persona de tipo «mímulo», que por su sensibilidad tiende tanto al miedo, cuando se propone vivir su propia vida sin engañarse constantemente a sí misma desarrolla un valor extraordinario. Su debilidad, cuando sabe transformarla, es la materia prima de su verdadera fuerza.

Hacer del miedo nuestro aliado
Con la ingesta de esta flor, se estimulan las reservas interiores de fuerza y coraje, ocultas bajo un manto superficial de angustia y preocupación. De esta forma, las personas pueden afrontar sus dudas y temores habituales, aprender de ellos y afrontarlos. Es posible reconocer que el miedo es, en primer lugar, un problema mental que se puede resolver y así aprender a manejarlo mejor.
La sensibilidad no es una debilidad, es una fortaleza.

El alma de Mimulus (de Dr. Edward Bach – Historia de caminantes)

“Más tarde, después de comer, cuando iba oscureciendo cada vez más, el mímulo tuvo miedo de que hubieran perdido el camino…
[…] Finalmente todos lograron salir del bosque. Ahora viven como guías para todos aquellos caminantes que nunca han hecho ese viaje… en calidad de “valientes caballeros”. […]
El mímulo jaspeado ya no conoce el miedo.”

 


Mirá este video!!! La autocuración - Cómo crearnos nuestra salud - LOUISE L. HAY

Que cada uno recuerde que su alma ha dispuesto para él un trabajo particular, y que a menos que realice ese trabajo, aunque no sea conscientemente, dará lugar inevitablemente a un conflicto entre su alma y su personalidad, conflicto que necesariamente provocará desórdenes físicos.

Dr. Edward Bach

Cuando un guerrero aprende a parar su diálogo interno, todo es posible, hasta los proyectos más descabellados se vuelven factibles.

Carlos Castaneda